miércoles, 19 de mayo de 2010

En las rojas escamas del Ángel

Párteme el vidrio del pecho de una vez
devuelve con el golpe las ondulaciones del aire
para rugir casi bestial sobre las alas de esta ciudad balcón, mugre, espinas
corvas como las imitaciones que negrean mi cabeza.
Mi cabeza es más bien el páramo donde habitas sin sombra, sin líquidos,
sin nubes que anuncien el oasis de los exquisitos burgueses.
Inventa un graffiti en medio de tu sala con los escombros de mis brazos
o con los ecos moribundos de una canción flamenca
donde lamento sea más bien rugido vaginal, consagración de tus pechos.
Si pudiera empujar las cinco hasta el borde de las diez
hora en que dejarás de ser invocación para resucitar
a los domingos de la ciudad ceniza, herrumbre, caldo.
Yo entonces me abstendré de los ayunos y de los cuarenta días sin ideas
solo, en diálogo sereno con las rojas escamas del ángel.
Quien suma tantos párpados equidista de las botellas
donde no te hayas bebido la hiel de la edad.
Cuarenta días viendo pasar los cuerpos al poniente
con la penitencia de no llevar latidos, ni fotos, ni guitarras.
Parte el holograma del cerebro
Quítame los papeles, la ensenada, el trigo
que yo también puedo vivir sin pan
mas no sin ti

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